El arte de la interpretación: la imposición de una vía única en el conservatorio – Capítulo 6

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Cuando el público de a pie ve una orquesta o una banda tocando obras de repertorio sinfónico, normalmente saben que los músicos interpretan un texto musical, una obra o partitura escrita por un compositor. Pero si uno pregunta un poco, poca gente sabe qué hacen concretamente un compositor, un músico de orquesta o un director. Y qué podría diferenciar a uno bueno de uno un poco peor.

Más interesante aún es cuando uno pregunta sobre la interpretación de un texto musical: ¿Qué es, pues, la interpretación? Y, sobre todo, habiendo lo que hay en el mundo, con YouTube, Spotify, las millones de grabaciones de artistas de todas las épocas, ¿para qué sirve hoy en día la interpretación musical? ¿Tiene sentido seguir haciendo versiones de obras que se compusieron hace tantos años y de las que existen tantas grabaciones anteriores?

 

El grado superior es una excelente etapa para salir de nuestra zona de confort (si la tenemos) y estudiar literatura musical muy específica con la que a priori no nos hayamos sentido nunca muy identificados: tenemos tiempo suficiente, la concentración necesaria y unas bibliotecas que nos ofrecen toneladas de música donde podemos, con seguridad, encontrar piezas que supongan un reto para nuestro avance y, al mismo tiempo, requieran de un trabajo que nos ayude a mejorar musical y personalmente. Por otro lado, en la interpretación es fundamental que tengamos una conexión emocional muy fuerte con el repertorio y no todos tenemos por qué identificarnos con la misma música, ya que esto está estrechamente relacionado con nuestro carácter y nuestra vida. Aunque el cometido del intérprete es mantenerse fiel al texto y extraer la música contenida en un trozo de papel, inevitablemente tendremos nuestras inclinaciones, nuestros gustos y, por qué no decirlo, nuestra facilidad, mayor para algunas cosas que para otras. No podemos ni debemos ser todos iguales, ahí está la riqueza de cada interpretación.

Sin embargo, cuando no existe mucha literatura para el instrumento o son obras muy recurrentes, hacer algo muy personal a nivel interpretativo sí puede convertirse en un problema; especialmente de cara a audiciones de orquesta y otros procesos de selección: cientos de personas tocando el mismo concierto, los mismos pasajes de orquesta, el mismo estudio de dobles cuerdas, etc., en cientos de escuelas, al mismo tiempo. La homogeneización es una tendencia en alza, y es un tema que genera debate, ya que actualmente el mundo profesional musical tiene por norma y exige unas capacidades técnicas que antaño podrían tenerse como extraordinarias o raras (como no dar ni una nota falsa, o la limpieza absoluta). Hay que tenerlo claro: no es nada fácil. Muchas veces nos toca asistir a masterclasses, a concursos, a procesos variados de selección, y sentimos que no nos identificamos con las tendencias que imperan hoy en día en cuanto a qué debemos esperar de un intérprete.

Desde mi punto de vista, no nos traerá nada bueno hacer una generalización y sentirnos rechazados por el mundo o mal con nosotros mismos si, incluso habiendo alcanzado un buen nivel técnico y habiendo desarrollado un criterio musical sólido, sentimos que nuestras prioridades en la interpretación no se alinean con las de los demás. Nos toca entonces, predicar con nuestro ejemplo y demostrar que uno puede estar satisfecho con su criterio personal, a pesar –aparentemente- de no ser tan reconocido como otras personas teniendo su mismo nivel.

Los conservatorios deben cambiar para educar a sus estudiantes en su autenticidad, para que se puedan valorar cada vez más positivamente las interpretaciones honestas y fieles a la partitura, pero alejadas de una ejecución aséptica y conservadora en la toma de decisiones.

Sobre mí Darío Meta

Darío Meta (25 años). Pianista. He vivido y estudiado en Guadalajara, Madrid, Salamanca, Friburgo (Alemania) y actualmente en Lübeck (Alemania). Me interesan el cine, la improvisación, la divulgación cultural y la música de todas las épocas y estilos. Becario de la Fundación Alexander von Humboldt.

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