La educación superior musical y la primera etapa del coronavirus: ¿impulso o debacle? (II)

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Como anunciamos en la última publicación, la federación ha querido conocer cómo la comunidad estudiantil afrontó el primer periodo de confinamiento al que el coronavirus obligó a someterse en los conservatorios. A través de un sondeo en el que colaboraron asociaciones y contribuciones personales -que agradecemos enormemente-, hemos podido localizar puntos fuertes y débiles en la gestión educativa y emocional. Todos ellos, válidos para situar la mirada en parte de los retos y características de nuestras enseñanzas, además de valorar y analizar críticamente los actuales esfuerzos que estos centros están desarrollando para que el curso 2020/21 pueda salir adelante.

El primer punto que quisimos conocer es qué impresión había dejado la gestión de la crisis en los conservatorios. Muchas respuestas coincidieron en que la capacidad de reacción fue lenta a medida que iban surgiendo obstáculos. Por otro lado, tratándose de una situación límite, se admitió en muchos casos que era difícil actuar de otra manera -al menos en un inicio-.

La frecuencia con la que los centros mantuvieron hilos de información fue irregular y demasiado intermitente.

Uno de los puntos que generó más malestar ha sido la gestión comunicacional de la crisis -se trata de uno de los puntos débiles de la mayoría de los centros-. Si de estas instituciones se esperaba un cierto grado de información en torno a las decisiones que afectarían al desarrollo de actividades, formas de evaluación y gestión de la docencia, muchos participantes expresaron que hubo desorganización e irregularidad en los distintos niveles en los que se hace necesaria una comunicación efectiva multidireccional (profesorado, dirección, alumnado…etc.). Las deficiencias en los modelos de gestión comunicativa de las instituciones habrían llevado a un estado de incertidumbre acrecentado a medida que transcurrían las semanas. Según las encuestas, los principales medios escogidos para informar al estudiantado fueron el correo electrónico y aplicaciones de mensajería como WhatsApp.

La frecuencia con la que los centros mantuvieron hilos de información fue irregular y demasiado intermitente, según las valoraciones recogidas. En la mayoría de los casos, se optó por acudir a los órganos de representación estudiantil como intermediarios de la información elaborada en los órganos de gestión.  Consideramos que este es un punto positivo dentro del abordaje de la situación, pero también nos lleva a plantearnos cuáles deberían ser las líneas mínimas de comunicación que establecen los centros con sus estudiantes, ¿se debe cargar totalmente la responsabilidad de informar a los representantes o deben existir, además, canales directos con cada usuario?

Otro de los temas de especial importancia es el que atañe a la forma en que se adaptó la docencia a medios, por lo general, totalmente nuevos. Las respuestas informaron sobre el uso mayoritario de trabajos y tareas como vía alternativa a los exámenes. Una solución muy frecuente fue apoyar un mayor peso de la nota sobre la primera parte del curso -algo que, según nos han contado, no parece haber sido perjudicial para los expedientes, salvo en casos aislados-.

Si bien las asignaturas teóricas parecen haberse adaptado mejor, en el caso de las asignaturas de interpretación la situación ha sido más complicada. A través de vídeos, el profesorado realizaba correcciones sobre el repertorio, y generalmente, con bastante flexibilidad en los plazos de entrega. Además, a pesar de que muchos estudiantes no tenían el instrumento más adecuado en casa, no fue motivo para perjudicar las valoraciones.

Mucho peor fue el caso de asignaturas de interpretación grupal, como las asignaturas de repertorio y cámara. En una asignatura donde lo más importante es escuchar en directo al resto para generar un trabajo común, la división en partes que luego se juntaban en un programa de edición de vídeo no ayudó mucho, a pesar de que algunos profesores buscasen algún tipo de oportunidad en ello para reflexionar sobre el trabajo realizado.

Las clases, como sucedió en todas las áreas educativas, se mantuvieron por videoconferencia. Aparte de obligar a adoptar medios digitales a los que parte del profesorado no estaba acostumbrado, en algunas regiones hubo problemas para mantener una conexión estable. Por otro lado, esta situación exigía una adaptación a las particularidades del medio digital que no se adoptó en general. Lejos de ello, en la mayoría de los casos se intentó reproducir el modelo presencial, sin hacer una reflexión sobre las oportunidades y debilidades que presentaba el mundo digital. Tomando el ejemplo de instituciones que utilizan los medios digitales para desarrollar educación de calidad a distancia, nos deberíamos preguntar qué ha fallado y cómo se podría mejorar. En la actualidad, sabemos que los centros han realizado un despliegue de infraestructuras tecnológicas para que esto no se repita. Habrá que esperar para valorar resultados.

Desde el punto de vista del manejo técnico del sonido a distancia, la enseñanza musical ha podido observar bastante ineficacia en los servicios generales de videoconferencia para la transmisión del sonido -aunque se intentó enviar la señal de audio del ordenador internamente para que llegase con fidelidad a los receptores, los resultados mostraron una deficiente previsión del manejo de sonido en estas aplicaciones-.

Una queja frecuente que hemos encontrado es que parte del material que se obligó a enviar en vídeo para cubrir las tareas no tuvo una respuesta o corrección por parte de algunos sectores del profesorado. En los comentarios que nos llegaron, se subrayó que existieron casos extremos, con una excelente entrega por parte del profesorado a intentar adaptarse y ofrecer atención en unos casos, y una gran sensación de abandono en otros.

En la mayoría de los casos se intentó reproducir el modelo presencial, sin hacer una reflexión sobre las oportunidades y debilidades que presentaba el mundo digital.

En un curso normal, los estudiantes de último curso de interpretación habrían presentado un Trabajo de Fin de Especialidad (TFE), en el que poner en marcha aptitudes para la investigación, y un recital de fin de estudios. El coronavirus hizo que estas entregas se tornasen complejas, con soluciones diferentes según el centro. En una mayoría de casos, la comunidad se tuvo que despedir de su concierto final de carrera, algo que ha generado bastante desilusión. Respecto al TFE, las dificultades para encontrar bibliografía o realizar el trabajo con las normas establecidas han sido paliadas con bastante flexibilidad por parte de los centros -aunque nos han llegado algunas quejas localizadas, como discordancias con las fechas de entrega-.

Si nos preguntamos cuáles han sido las especialidades más negativamente afectadas, tenemos que dirigirnos a Interpretación y Dirección, frente a otras en las que el que alcanzar los objetivos marcados no pareció exigir de igual modo la presencialidad, como Composición o Musicología.

En estos meses, el sector cultural ha presenciado cómo se intentaba volcar el contenido de teatros y salas en el mundo digital, y hemos querido saber cómo se ha percibido este tema en los conservatorios. Algunos estudiantes nos contaron que, en este periodo se ha creado “una cultura de conciertos y música gratuita” que no beneficia nada al sector. Sin embargo, como suele ocurrir con todas las épocas oscuras, esta ha obligado a ponerse al día con recursos fundamentales para el desempeño de la carrera profesional del músico hoy en día. Nos referimos al uso de redes sociales para la promoción artística, así como el manejo de programas de edición audiovisual. ¿Preparan los conservatorios en este aspecto? La respuesta es que, en general, no. Pero, si ya era una necesidad para el ámbito profesional en situaciones normales, la covid-19 ha arrojado aún más pruebas de ello.

Los centros de enseñanza superior musical ejercen un papel en la oferta cultural de sus ciudades con diversas posibilidades. En tiempos de coronavirus, sin embargo, pocos centros adaptaron esta oferta a los espacios digitales, y ello provocó un parón drástico. Lejos de ello, se puso de relieve que faltaban -y faltan- conocimientos profesionalizados en la gestión de redes sociales, cuestión fundamental en el desarrollo institucional del presente.

Pocos centros adaptaron la oferta cultural a los espacios digitales.

Como último punto, hemos querido conocer cuál ha sido el estado emocional de la comunidad estudiantil durante el confinamiento. Sabemos que el aislamiento provocó en la población situaciones de aumento de ansiedad, sensación de soledad y otros problemas similares. Por lo que pudimos recoger, el apoyo emocional fue muy irregular en los centros. Todo dependió, claro está, de las características de cada integrante del profesorado y del alumnado. Sin embargo, hay algo que se echó en falta a partes iguales, y es una mayor atención: algún tipo de servicio que atendiera las demandas psicológicas del sector -tenemos constancia de que esto existe teóricamente en algunos centros, pero, ¿se desarrolla efectivamente? Como ocurrió en otros sectores, compartir espacios de trabajo y estudio con los de convivencia se ha convertido en algo muy complejo. Por otro lado, el ausente estímulo de tocar en orquestas o bandas conllevó en muchos casos una ardua gestión emocional del trabajo con el instrumento. Una de las respuestas que nos llegaron recogía estas ideas al relatar la situación:

“(…) Muchos se sumergieron en el mundo de las redes sociales y los balcones compartiendo música. Pero la soledad no es compatible con ser intérprete. Ocurrió una pérdida fuerte de perspectiva al no tener conciertos y personas que se escuchen unas a otras. De verdad. No a través de dispositivos.

Es muy arduo el estudio sin sentido, sin metas. La mayoría de las veces la música es suficiente por sí misma y la pasión por hacerla sonar nos basta, pero en estos meses se perdió la perspectiva. (…)”

Algo que ha dejado claro esta crisis en el sector de la enseñanza superior musical es que la estabilidad psicológica es fundamental en el desarrollo artístico que implica la música. ¿Cómo se podrían mejorar ante este tipo de situaciones un aspecto así?, ¿dónde estaban los servicios de apoyo al estudiante en la mayoría de los centros cuando fueron necesitados en el momento más oscuro de aquel primer gran confinamiento?, y, por último, ¿dónde estaban las administraciones para atender las necesidades específicas de estos centros y sus comunidades sociales? Una idea que ha quedado confirmada es que las enseñanzas artísticas musicales han experimentado una sensación de abandono.

Ya no volverán aquellos días de concierto, de recitales de fin de carrera. Pero vendrán otros, para seguir creciendo. Aunque aún es difícil saber con exactitud cómo se desarrollará el coronavirus en los próximos meses, sí que podemos aprender a partir del análisis de lo que sucedió. Los centros han emprendido decenas de medidas para intentar adaptarse a este terreno de batalla. Analizarlas, valorarlas y contribuir a su mejora es algo que debemos hacer constantemente.

Ya no volverán aquellos días de concierto, de recitales de fin de carrera. Pero vendrán otros.

Quiénes éramos, quiénes somos y cómo nos afectará todo esto es algo que sabremos mejor cuando pase algo más de tiempo. De momento, debemos mantener la responsabilidad ante lo que queda de capítulo. Estaremos alerta.

La federación recuerda su disponibilidad y apoyo a toda la comunidad estudiantil.

¡Hasta pronto!

El equipo de FNESMUSICA.

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