López de Arenosa, con el corazón en la mano

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Valentía, experiencia y esperanzas. Esto es lo que Encarnación López de Arenosa ha dejado a su paso por las entrevistas de la federación. En los primeros días de la primavera, la que fue primera directora del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid (RCSMM) nos ha explicado su punto de vista respecto a cuestiones como el periodo que tuvo que afrontar como directora, la presencia de la mujer en la educación musical, o el futuro de las enseñanzas artísticas en España.

Catedrática de Solfeo y Teoría musical, y presente en la representación estudiantil desde sus inicios, Encarnación ha colaborado aportando su experiencia en la federación en distintas ocasiones, convirtiéndose en uno de nuestros referentes.

¿Cómo llegaste al mundo de la música?

Mis padres eran muy aficionados a la música. Ellos eran gallegos, ya sabes que en el Norte siempre ha habido mucha afición a los coros, (…). Así que empecé a estudiar música, con una profesora particular y estudiando piano. Hice hasta séptimo de piano. En aquel momento, la clase libre (privada) era mucho más común, había mucho más alumnado libre que oficial. Sobre todo en el solfeo.

Empecé un poco como la famosa actividad de adorno de las niñas, hasta que luego -cuando me incorporé al conservatorio- me introduje en la armonía, el contrapunto y la composición.

Al principio no pensé seguir por el camino de la pedagogía; para mí, el piano había sido lo nuclear. Después, llegó un momento en el que pensé en dedicarme a la enseñanza. Entonces no había plazas para acceder como docente al conservatorio, había que acceder siendo PNN (Profesores No Numerarios). Yo hice la propuesta al director -había que hacerlo para que nos incluyese en las listas- y como me pareció que el solfeo estaba muy mal hecho, pedí inclusión en las listas de solfeo. El director, que era coincidentemente el presidente de la Unión Didáctico Musical -la que publicaba todos los libros de solfeo-, me miró como a un insecto: “¿de manera que usted cree que hay mucho que hacer? – Pues sí, señor, eso creo”. Efectivamente, me metió en las listas de solfeo y aquel fue el inicio.

El machismo femenino lo he sufrido, por lo menos, tanto como el masculino.

Estuve dos o tres años como encargada de curso (PNN) y luego salieron las oposiciones a auxiliería. Cuatro años después, hice las oposiciones a cátedra. En aquel momento estábamos todos juntos: elemental, medio y superior. Había una única cátedra, y entre los aspirantes, solo había una mujer; te puedes imaginar que, al frente de 50 profesores, ser la única mujer no era precisamente una maravilla. El machismo no venía solamente de los hombres, venía en gran medida de las mujeres, a las que les gustaba más que hubiese un poder masculino. El machismo femenino lo he sufrido, por lo menos, tanto como el masculino.

Imagino que las clases debían de ser muy diferentes a las actuales…

Ya desde encargada PNN y luego, desde la auxiliaría, empecé a meter caña. Con la cátedra me sentí con mucha más fuerza, claro. Pero es que aquello era una burla… Por ejemplo, en el solfeo, la gente entonaba o hacía los ejercicios de ritmo todos al mismo tiempo, no de forma individualizada. No había quien cantase aquellos exámenes de entonación y para cuando el curso había terminado, nadie había aprendido,en líneas generales. Llegamos a la conclusión de que había que hacer los ejercicios rítmicos organizados en frases, diferenciados y sistematizados según el problema técnico encontrado. También integramos los dictados. Aquel entorno tenía la ventaja de aportar una alto grado de aprendizaje como profesores: los defectos del alumno eran también los tuyos, porque eras quien  había corregido a tiempo o no a lo largo de los cursos.

Yo he abogado siempre -y sigo haciéndolo-, por la universidad de las artes.

A partir de entonces se sistematizó mucho más todo. También fue cuando yo empecé a escribir los libros; en primero de auditiva, un libro de dictado para profesor y alumnos. La enseñanza española había recogido la herencia de otros teóricos, como algunos franceses, de encadenamiento de cosas sin sentido. Empecé a hacer trabajos lógicos, sistemáticos y con gradación de dificultades: eso dio lugar a los libros de Ritmo y lectura, que funcionaron muy bien. Tenían sentido musical, así que se podían cantar (…).

En FNESMUSICA tenemos un proyecto llamado #ellasTambién para fomentar la visibilización de las mujeres en el mundo de la música. ¿Cuál crees que es la situación en nuestros días con respecto a esta problemática?

Indudablemente, como en todos los trabajos, al hombre se le ha dado paso más fácilmente. A las dificultades inherentes a la mujer, con el matrimonio, hijos…etc., encontramos que la mujer ha tendido mucho más a la actividad de adorno, más que a seguir estudiando; por otro lado, los hombres se han protegido entre sí. Quizá, por un instinto natural, no les parecía lógico que apareciera una mujer en el panorama. Cuando fui delegada del SEU (Sindicato Español Universitario), lo que me dijo uno de los delegados fue: “lo que deberías hacer es rodearte de gente inteligente…”.

Es intolerable que para nuestros políticos, la música sea algo tan secundario

Yo creo que en en el campo de la dirección musical se están abriendo paso muchas mujeres, pero se trata de algo muy reciente. En el caso de la composición, yo creo que nunca han faltado compositoras. Lo que ocurría es que muchas veces hacían las obras que luego firmaban sus maridos. No ha habido visibilidad, pero sí actividad -en la sombra-.

No debió de ser fácil ser directora del Real Conservatorio Superior de Madrid en estas circunstancias…

Fue muy difícil. Además, coincidió con el momento en que se crearon las asociaciones de padres. Las asociaciones partían de la idea de que había que comerse vivo al que mandase allí. La asociación de alumnos también fue a por mí, y a eso se sumaron las presiones de mis compañeros.

Muchas veces se hace más caso al alumnado bien organizado y con propuestas coherentes que al profesorado.

Recuerdo que en el decreto 26/18 -que es del 66- se establecía que un alumno no podía estar en dos grados al mismo tiempo-; Madrid nunca cumplió aquello. Nunca se consideró lo pedagógico como algo fundamental (…). La gente se matriculaba de lo que le daba la gana  -había muchas diferencias de nivel-. Yo quise ponerlo todo en orden, cosa que los padres no vieron muy bien: se fueron a las radios, televisiones, al ministerio (…). Como yo tenía fama de mucho carácter, pensaron que iba a meter a la policía en todo aquello. ¡Pensaron que iba a echar a sus hijos! Tanto es así, que trataron de convencer al subsecretario de educación. Me llamó y me dijo: “le voy a mandar una orden remitiendo la que usted ha dado”. Y le dije: “usted está en su derecho, pero mándeme al mismo tiempo un cese, porque yo no la voy a cumplir” ; luego… se hablaba del carácter que tenía la directora del conservatorio (nos reímos). Además, que si se hubiera atrevido a mandarlo, yo habría denunciado que se estaba incumpliendo el reglamento. Así que se calló y no me mandó nada. Los padres volvieron a su casa y todo funcionó (…). Con todos estos líos, yo aguanté dos años y no me volví a presentar. ¡Volver a clase fue una satisfacción! -después de todo aquello…-. (…).

Ya sabes que un asunto que preocupa mucho a la comunidad musical es el futuro de las enseñanzas artísticas con relación a su carente condición universitaria…

En aquel momento, la Ley del 70 ya establecía la posibilidad de que los conservatorios se integraran en la universidad; pero…¿cómo se podía hacer aquello, si estábamos todos los niveles juntos? Ahí fue cuando entró Bellas Artes en el ámbito universitario -no tenían niveles elementales y medios, como nosotros-. A partir de aquello, no se insistió más en cómo entrar en la universidad.

¿Crees que es viable integrarse en ella ahora?

Con la mano en el corazón, tendríamos que revisar muchas cosas, antes de aspirar al nivel universitario. Si lo ves desde otro punto de vista, la universidad está tan mal como nosotros -o más- en muchos de sus niveles y facultades. Pero eso no quiere decir que el mal de muchos sea consuelo de tontos.

Siempre me molestan las revisiones que se hacen del currículo en el conservatorio: ¡no es revisar el currículo, sino revisar los planteamientos básicos! Hay que plantearse qué queremos hacer, qué queremos producir, qué sociedad tenemos fuera, qué es lo que se necesita, cómo podemos diversificar, cómo especificamos las especialidades. Sí es cierto que, tras ello, es necesario que el currículo sea coherente (…).

Yo creo que la integración en la universidad podría ser muy dura para nosotros. Nos quitaría mucha identidad; querrían hacerse cargo de nosotros y meternos en sus terrenos. Yo he abogado siempre -y sigo haciéndolo-, por la universidad de las artes. Por eso, el congreso que se celebró en el RCSMM de enseñanzas artísticas me parece muy importante (se refiere al I Congreso Internacional de Investigación y Creación en los Centros Superiores de Enseñanzas Artísticas de la Comunidad de Madrid, celebrado el 28 de febrero, 1 y 2 de marzo). Es necesario que encontremos nuestros puntos de conexión, que defendamos las mismas cosas, que nos pongamos de acuerdo. Hay muchas cosas que hay que hablar, por ejemplo, definir bien qué es la investigación en este ámbito (…).

Al alumno le falta una formación que debería tenerse a domicilio en cuestiones de fondo, de pensamiento (…). Para ello, el proyecto ideal sería la universidad de las artes -pero, insisto, con condicionantes, y haciendo una revisión a fondo-. Desde el principio nos hemos creído todos nuestros tópicos. “La clase individual es la panacea”. Pues, mire, no estoy tan segura de que no fuera interesante trabajar con varios alumnos en el aula y que escuchasen las correcciones de otros, que vieran las propuestas de los alumnos y del maestro. Las clases individuales también son importantes…pero habría que replantear estas proporciones (…).

Pero… ¿y cómo meterse en un proyecto como la universidad de las artes?, ¡con el panorama político y legislativo que tenemos ahora!

Pues creo que, precisamente ahora, se podría comenzar más como ente orgánico administrativo, sin necesaria vinculación en el mismo espacio, con un consejo rector de todas las enseñanzas artísticas -no necesitaríamos de momento tener unos espacios comunes-. Sería interesantísimo. Ni siquiera, desde el punto de vista económico, le veo demasiados problemas, siempre que pensásemos en una entidad más administrativa y académica. Creo que es una cuestión de la voluntad (…). Bueno, y también de enfrentarse a los rectores, que no parecen querer saber nada de este tema, en términos generales. Estaría bien que explicasen su postura en público (…); ¿sabes que hace un par de años se hizo un anteproyecto de la universidad de las artes?. Dos meses después, aquello había desaparecido. Nuestros rectores parecen ser un impedimento, pero también los son las autoridades, que no están dispuestas a enfrentrarse a ellos. Hay mucho sobre lo que hablar: nuestros alumnos están acostumbrados a simultanear durante más de 10 años unos estudios muy laboriosos.

¿Cuál debe ser el papel de los estudiantes para evaluar la calidad de las enseñanzas artísticas a partir de ahora?

A mí hay algo que siempre me ha gustado en mis clases: que el alumno haga una evaluación del profesorado. Pero hay muchas cosas que podríais hacer. Se podrían hacer propuestas de mejora en todas las especialidades, estudiando el panorama general. Los alumnos pueden proponer soluciones, organizándolas bien y llevándolas a la dirección, a comisiones de profesorado. Con un sentido crítico -no hiriente, como ha ocurrido en algunos momentos-. Aconsejo una postura crítica, exigente y responsable. No se puede pasar por alto la falta de atención de un profesor, la falta al horario debido y a lo que se se supone que debe ser una clase. Creo que podéis hacer muchas cosas.

¿Debemos pensar con perspectiva estatal o a nivel autonómico?

Creo que, irremediablemente, hay que tener un punto de partida, y ese punto puede ser el autonómico. Mi teoría de los grupos es que, cuando tú tienes proyectos interesantes, muchas gente se une -aunque no sea toda-. Es la teoría del posibilismo. Si consigues que, de 50, 25 cambien, ya has conseguido un cambio fundamental. Hay que partir de un núcleo sólido, pero que tampoco aspirar a representarlo absolutamente todo. En el tema de la universidad de las artes, hay que saber que no todas las autonomías tienen las mismas condiciones. Por ejemplo, Madrid reúne todas las artes, como Valencia. Pero no es igual en todas partes.

A mí, lo que me da miedo de todo esto es que se hable de “integración” por tener el status. No se trata de eso, se trata de alcanzar verdaderamente el nivel. Me da mucho miedo la integración como forma de decir “ya somos universitarios”. También me dan miedo muchos doctorados que se están dando para decir “soy doctor y puedo dar clase”, a partir de cosas que…te estremecen. (…).

Creo que podéis exigir mucho. En mi época de representante -años 50-, yo lo tenía muy presente: me quejaba de los incumplimientos, directamente y por escrito. Participé mucho con algunos de los directores en la elaboración de proyectos de renovación de las enseñanzas.

La sociedad española siempre ha sido reticente a lo musical, siempre hemos sido como “un adorno”. Me acuerdo de cuando estuvimos en una ocasión en el ministerio, hace años; allí, pudimos escuchar: “no se me ocurre nada de lo que un músico pueda hacer una tesis”; aquello lo decía un rector de universidad. Así que nos despedimos y dijimos: ”bueno, qué vamos a discutir después de esto”.

Es intolerable que para nuestros políticos, la música sea algo tan secundario -además en una sociedad en la que un proyecto de artes bien hecho vendría de maravilla- (…).

Hay que luchar con los elementos que hay. Las cosas van madurando poco a poco. Vosotros tenéis mucho que hacer frente al ministerio, frente a la delegación de las comunidades. Muchas veces se hace más caso al alumnado bien organizado y con propuestas coherentes que al profesorado.

FNESMUSICA agradece, una vez más, la cercanía y generosidad de López de Arenosa. ¡Hasta la próxima!

David Lima, para FNESMUSICA

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